En defensa de una nueva política exterior de la UE

Si no se define con claridad hasta dónde llega la voluntad de sus Estados, Europa seguirá sin rumbo, carente de acción exterior y sin afrontar los retos pendientes

La crisis fronteriza de miles de refugiados en la frontera entre Polonia y Bielorrusia y su nula gestión por parte de la Unión Europea (UE) ha vuelto a poner de manifiesto las carencias de la política exterior de la UE en materias centrales de nuestra convivencia y de la protección de los Derechos Humanos. Estados de la UE como Polonia y Hungría siguen manifestándose ajenos al acervo de la UE, especialmente en relación con la protección y desarrollo de los Derechos Humanos.

Este negativo ejemplo por parte de la UE y de sus Estados ratifica que el entramado competencial europeo debería ser objeto de reformas, especialmente en materia de política exterior y aplicación efectiva de los Derechos Humanos. La cuestión es relevante si consideramos que la UE carece de Administración propia, debiendo servirse de las Administraciones de cada Estado para garantizar el cumplimiento de sus tratados. Con mayor razón, considerando la ausencia de un planteamiento europeo sobre cuestiones centrales como el Estado islámico, la crisis global de los refugiados, la inmigración, la demanda energética o las políticas contra el cambio climático. En este último ámbito, por ejemplo, tras la Cumbre de Glasgow es difícil atisbar una política climática común en las posiciones de la UE, especialmente en materia energética.

Estos ejemplos siguen complicando la situación de la UE y la aplicación de un proyecto europeo cada vez más alejado de la ciudadanía y de la garantía de nuestros derechos. Sin obviar lo positivo de las sucesivas ampliaciones comunitarias, éstas han acabado por consumar un modelo político de diferentes velocidades, donde muchos actores siguen sin encontrar su lugar y en el que la política exterior de la UE resulta casi inexistente en un mundo globalizado.

A través de los Tratados de la UE se ha producido una modificación del concepto de soberanía, cediendo una parte de la misma hacia una instancia supra-estatal, dotada de Derecho propio, con eficacia directa, primacía y tutela judicial. Por ello, la voluntad política de los distintos Estados y naciones de la UE debiera concordar con el espíritu de integración europea que inspiró el movimiento europeo, también para lograr una política exterior de la UE. Sin embargo, la nueva ‘soberanía’ de la UE es teóricamente compartida entre sus Estados pero éstos se resisten a compartir soberanía en el nivel exterior, de cara a una mínima gestión de aquellos problemas que amenazan el núcleo de convivencia de la UE.

Una renovación del proceso de integración europea fruto de la voluntad de diversos Estados y naciones debiera producir una suma de voluntades políticas hacia el interior de la UE, pero también hacia al exterior. El liderazgo de Alemania en la UE debería ser complementado por una acción exterior que aborde los retos pendientes en clave de soberanía compartida entre Estados, naciones y ciudadanía. En esta línea, la UE necesita abordar su acción exterior, con vocación real por la integración política en defensa de los Derechos Humanos, puesto que la UE asume que la protección de estos derechos se tutela mediante el acervo común europeo. Es un ámbito en el que no caben regresiones, si bien los europeos también tenemos obligaciones. Entre otras, la de no imponer a personas o a terceras partes limitaciones de derechos y libertades que nunca aceptaríamos para los nosotros. Los gobiernos de Hungría y Polonia no parecen dispuestos a asumir lo anterior, mientras la respuesta de la UE ha resultado bastante tibia hasta la fecha.

Si aceptamos que el acervo común europeo ha facilitado avances en materia de Derechos Humanos, incluidos los derechos sociales, es necesario que la UE siga protegiendo entre sus fines los derechos individuales y colectivos, con un contenido social que garantice la dignidad de toda persona. Este es un elemento central para evitar fricciones entre los Derechos Humanos y la garantía de la seguridad común.

Una de las primeras reflexiones necesarias demanda que las instituciones de la UE se esfuercen en garantizar una política exterior real y eficaz sobre los graves problemas que padecemos. Para ello, es necesario definir con claridad hasta dónde llegan las voluntades políticas de los Estados de la UE de cara al exterior, incluido el complejo papel de un Reino Unido ya ausente de la UE, pero presente en Europa. De lo contrario, parece evidente que la UE seguirá sin rumbo, carente de alma política y acción exterior, y sin afrontar retos internos pendientes como los planteados por los gobiernos de Hungría y Polonia.

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